jueves, 27 de agosto de 2009

...ESE SABOR A MUJER EN SU BOCA

Denisse era, vestida, una joven de apariencia normal, una profesional, ejecutiva media de una empresa aseguradora. Una chica con su día a día. Pero se preguntarán porqué coloqué el inciso vestida. Pues resulta que la mente suele desvestir instintos que sólo pueden expresarse en la más completa desnudez. Ese era el caso de Denisse.

Eran las 5:38 de la tarde, recién había finalizado la jornada laboral, en su oficina ya no quedaba nadie, sabía que la mayoría del personal se había ido. Se recostó en la silla suspirando y mirando hacia el techo. De pronto su rostro fue cambiando poco a poco, pasó de la serenidad a la malicia, dibujó una sonrisa pícara y de inmediato y con un impulso rápido se subió la falda y comenzó a acariciarse los muslos, abrió un poco más las piernas y por encima de la tela de su ropa íntima, empezó a girar suavemente su dedo medio justo alrededor de su clítoris. Cerró los ojos como buscando inspiración en alguna vivencia o en algún deseo no cumplido. Entonces, como cuando el mar es estremecido por una tormenta, una ola de placer fue recorriendo todo su cuerpo. El fuego había iniciado la tarea en aquel cuerpo de piel morena.

Su urgencia física no podía aliviarse de forma tan simple. Se paró de la silla, y deslizó su pequeña prenda íntima. Había entendido, como hembra joven que era, que un sencillo manoseo por su entrepierna no sería suficiente para calmar sus ansías. Se abrió su camisa, se quitó el sostén y se contempló por unos segundos. Denisse estaba orgullosa de sus senos, de su pubis, por cierto, todo hecho piel, sin vestigio alguno de vellos, estaba orgullosa de sus nalgas, firmes y levantadas, pero con ese típico movimiento que le da el ritmo de mujer. Volvió a sentarse y esta vez su mano se dirigió al centro del placer, buscándose sus sonrojados y húmedos labios vaginales .Con la otra mano llevó de nuevo su dedo al clítoris y se estremeció en jadeos.

Pero Denisse no se percató de que alguien había abierto lentamente la puerta, un compañero de trabajo que de vez en cuando la acompañaba a su casa y venía por ella. Un hombre que, sin duda, la pretendía sin obtener mayores resultados. Él la miró impresionado, hizo un entendible e interesado silencio, mientras ella se consumía así misma con los ojos cerrados y completamente desnuda.

De repente, Denisse abrió los ojos como buscando aliento y con lógico impacto se quedó mirando a Joan, su compañero de trabajo. No había forma de esconder la vergüenza, toda ella estaba expuesta y sin excusa. Asentando su cabeza, invitó sin palabras al joven a dar unos pasos al frente…y luego ella bajó su mirada hacia su vulva entreabierta ofreciéndole a Joan un manjar inesperado. De rodillas, y sin pensarlo dos veces, Joan cayó para llevar su boca y su lengua hasta las profundidades de aquella piel que despedía fuego. Ella aferró sus manos a la silla y se estremeció frenéticamente, mientras la punta de la lengua de Joan daba vueltas suaves sobre su clítoris…suave al principio, rápido después, suave otra vez, como cambiando el ritmo intencionalmente para volver loca de lujuria a Denisse. Sólo se escuchaba de la boca de ella: “Así, así….ahhhh, ahí, ahí, ahí”, mientras en entrecortados impulsos intentaba levantarse de la silla, por cierto completamente mojada de sudor y fluido de mujer. Entendiendo perfectamente Joan en qué punto del placer estaba ella, giró repetidamente su cara en la entrepierna de Denisse, buscando el último alarido de su voz. Ella colocó sus manos sobre la cabeza de Joan, lo hundió hasta el fondo…y fue soltando el grito contenido que expresa el bestial orgasmo que estaba obteniendo. Joan salió sudoroso de la faena y la miró complacido y satisfecho. Denisse le lanzó un beso desde arriba, en señal de agradecimiento. El día de trabajo había terminado felizmente para ambos.

Ese día, curiosamente, Denisse no quiso que Joan la acompañara a casa, ya vestida abrió la puerta de su oficina y, guiñándole un ojo a Joan, se fue. Aquel joven, no salía de ese sueño vivido, miró cómo la puerta se cerraba frente a él, se paseó la lengua por los labios…y se llevó ese exquisito sabor a hembra excitada, ese sabor a mujer en la boca…tal vez para siempre.

sábado, 8 de agosto de 2009

Sangre en la cama

Dicen que “la primera vez nunca se olvida”, y algo de cierto debe haber, porque luego viene una segunda vez, una tercera vez…una cuarta vez, una enésima vez. Pero nunca la primera vez vuelve. La iniciación tiene sus variantes, hombres y mujeres van al primer encuentro vestidos con la cultura que les rodea y con la dosis de educación que han recibido. El relato que van a leer es una historia sencilla, llena de miedos, temblores, sudores y humedad. Una historia de una chica, un chico y una cama.

Ella estaba dispuesta a la vajilla, se había desprendido de casi toda su ropaje debajo de la sábana, solo quedaba en su cuerpo la parte inferior de su ropa, un diminuto hilo dental dispuesto para la ocasión. Cubriéndose hasta el cuello, miraba a su joven amante con una intensa luz llena de placer por descubrir, en una extraña y entendible mezcla de inocencia y miedo. Su mirada era, al mismo tiempo, una invitación para que él diera los pasos que lo separaba de la cama.

Ella, ya tenía sobre su temblorosa piel el cuerpo completamente desnudo del joven. Él, entregaba un beso tierno en la boca de ella, de Ana, que así se llamaba. Era el principio de un acto que no podía darle paso al preludio de los expertos. Ella, inexplorada toda. Él, con algo más experiencia conocida, por lo menos conocía el calor que da el fuego del sexo.Él fue bajando de la boca de ella al cuello, del cuello al pecho y, como buscando el botón de “inicio”, comenzó a girar su lengua sobre el pezón erecto de ella. Se escuchó un suspiro, justo en el momento que toda la sábana que cubría a la pareja se hizo a un lado. Era la posición ideal para que él procediera con sus manos a deslizar la pantaleta de ella hasta donde los brazos le alcanzaran, quiero decir, hasta los muslos. Lo suficiente como para que ella, con un sutil movimiento de sus piernas, dejara el hilo dental colgando de un tobillo, allí permanecería el resto de la faena.

Ahora desnudos ambos, ella entrelazó sus brazos en la espalda de él, él remontó de nuevo la boca de ella. Abajo ocurría otra cosa. Algo duro y firme de él, rondaba inquieto aquella piel íntima y aún no húmeda de ella. Las piernas de Ana se abrieron a petición de él. Entonces lentamente, el miembro del chico tomó posición, lentamente fue apartando la virginal fisura de la vagina de Ana, luego los labios…lentamente él comenzó a sentir lo tibio, lo mojado de aquella piel. Oportuno momento para que ella soltara, casi inaudible: “Por favor, despacio…sí?, por fa, despacito”. Volvió él a besarla, tal vez buscando distraerla, tal vez buscando romper la súplica recién de ella. Su miembro encontró entrada. Poco a poco se fue perdiendo dentro de ella. Ana soltó la espalda de él para empuñar las sábanas como en desesperado intento por no caer a un abismo. Se le rompía la piel, se le desgarraba el alma. El himen cedió por completo, dejando escapar por las pequeñas salidas que le dejaba el pene de él, un hilo de sangre que bajó por sus nalgas y se fue quedando quieto en la cama desnuda. Ella, ya sentía parte de él en lo profundo de su ser. Él, se había hundido en la historia de ella. Los brazos de Ana volvieron a la espalda de del chico. Y volvió el beso en la boca. Y él, levantó su trasero para salir de ella, eso sí, poco a poco, mientras un quejido tierno dejaba escapar ella., mientras un olor a sudor de piel fue llenando aquel espacio. No hubo orgasmo. Eso parece. No esta vez. Ella depositó su mirada en el techo. Él, cerró los ojos sobre la almohada. Había sangre en la cama.

Nunca más supe de ellos, nunca más supe si el amor los acompañó en un nuevo encuentro. Cada vez que paso enfrente de aquella habitación las luces permanecen apagadas.