domingo, 22 de noviembre de 2009

"DEVÓRAME, PERO LENTAMENTE"



Angie. Segunda Parte.


No hay duda de que el instinto sexual asume mayor intensidad en la evolución del crecimiento, eso sucede a hombres y mujeres por igual. Y es la educación familiar, la cultura y la sociedad los que frenan, de alguna manera, los impulsos y las ganas, a veces incontrolables, de "probar" el placer de la piel. Y hay quienes rompen las reglas a muy temprana edad, pero saben bien cuál es el límite. Ese es el caso de la joven Angie, quien se atrevió, como ustedes recordarán en el capítulo anterior, a mostrarse desnuda, con toda la picardía necesaria, a Alex, un amigo de su madre, mucho mayor que ella, que se encontraba de visita. ¿ Qué sucedió esa tarde? ¿Qué buscaba Angie tentando a aquel hombre que la comtemplaba impávido mientras ella estaba en la cama boca arriba...y desnuda? Lo erótico, lo sensual y la locura de la piel, se dieron cita ese día.
Angie le había dicho a amigo de su mamá que quería saber qué se sentía estar desnuda frente a un hombre, pero, además, le había sugerido que no le hiciera nada malo, porque era virgen. Angie sólo estaba pidiendo que jugara con su cuerpo, que la hiciera sentir, sólo eso. Para aquel hombre ver a Angie así, tal cual, boca arriba, apoyándose en sus codos nada más, con las piernas sutilmente abiertas, para mostrar una vulva depilada y virginal, cerrada pero palpitante, deseosa de mojarse, era el placer a pedir de boca. Él se acercó lentamente, se sentó al borde de la cama y le dijo suavemente: "Eres traviesa Angie, ésto es muy peligroso", y ella ripostó: "Sí, yo sé. Es muy peligroso...pero puede ser muy rico". y prosiguió con una aclaratoria: "Ah, eso sí, nada de penetración...bueno, espero. Devórame, pero lentamente" y soltó una carcajada con malicia de mujer experimentada.
Entendida la sugerencia las primeras caricias de manos de hombre fueron a al cuello de Angie, los dedos fueron a la parte posterior de su oreja, y en círculos suaves bajaban y subían con ritmo acompasado, un juego erótico que lograba sacar unos inaudibles gemidos de ella. Luego con la misma ternura del preludio, Alex trasladó su dedo índice a la boca de Angie, y lo paseó por la boca entreabierta y jadeante. Un suspiro largo siguió y ella se tumbó rendida en la cama, comenzaba su entrega. Era el momento de los pezones, que , casi envidiosos, exigian caricias de aquellas manos masculinas. Un dedo fue a ese pedido, y sólo lo rozaba, sólo tocaba la cima y Angie contorsionaba su cuerpo en un provocativo temblor. Las manos de Alex ahora se deslizaban camino abajo para estacionarse en el ombligo, antesala del terremoto que se aproximaba en el humedo abismo de aquella joven sedienta de placer.
La ruta se aquellas manos se detuvieron unos segundos para que las bocas se fundieran en un beso. Así fue. Angie cerró los ojos, dejó que la otra boca se acercara hasta sentir el aliento ajeno, pero apretó los labios por los nervios, entonces fue sintiendo como la lengua de su amante ocasional, entraba para abrirle los labios, Angie se dejó penetrar por la lengua y comenzó a mover la suya con inquetiantes movimientos de ahogo. Sin duda, estaba saboreando todo lo que podía. Necesitaba comprobar lo que se siente. Y vaya que disfrutaba, pues, como gotas de rocio en una flor, su vulva ya dejaba escapar las gotas de su excitación. Ella sabiendo que si abría más sus piernas, estaría invitando, indirectamente, a las caricias a aquellas manos de hombre maduro a su caliente e inexplorado territorio de blanda piel. Eso hizo. Sin embargo, cuando sintió que la mano traspasó la frontera del ombligo, ella bruscamente se voteó, tal vez para extender la expectativa, entonces se poso boca abajo, quería pfrecer su espalda toda, absolutamente toda.
Fueron los labios de Alex los que se posaron en la espalda y con tiernos besos se ubicaron en la línea de la columna vertebral, sabía cuál era el final de ese camino. Angie que también sabía hacia adónde se dirigían esos besos, levantó su trasero y abrió sus nalgas. Otra de esas indirectas que el cuerpo cumple como una orden lujuriosa del deseo. Sintió la humedad de la punta de la lengua acariciar los pliegues de su ano...soltó un: "Huy, Dios mío...qué rico". Movió sus nalgas con más ritmo como para volver loco a Alex . Justo en ese instante giró y se volteó para ofrecer su mojada vagina. El sabor de mujer de Angie comenzó a ser degustado por la boca desesperada de él, que inmediatamente entendió que su tarea no era sino la de enseñar los rincones del placer a Angie y suavizó su pasión para dedicarse a tomar de ella sus ricos jugos de mujer. Ella llevó sus manos a su ranura y se ayudó a abrirle más espacio a la invasora lengua que la estremecía. Su clitoris descubierto, inchado de placer, sonrojado no de verguenza sino de ganas de sentir más, se había convertido en corazón de latidos acelerados. Cuando suponía que el orgasmo de Angie se acercaba, detenía su lengua, una y otra vez utilizó esa táctica, quería en definitiva que Angie no olvidara nunca ese domingo, esa tarde, ese momento. Después de minutos que parecieron horas para ambos, aceleró su lengua e hizo que Angie estallara en gemidos y temblores. Si eso era un orgasmo, entonces ella se había corrido. Llegó la pausa lógica que da la batalla del placer. Pero aún faltaba algo.
Ella se sentó en la cama, satisfecha, sudada, despeinada, estremecida, ahora con ganas de probar el pene de un hombre en su boca. Sólo eso le faltaba. Una pícara mirada a la cintura de fue suficiente. se bajó el cierre del pantalón y sacó su erecto e inquieto miembro. Primero se cruzaron miradas, en el sexo, a veces las palabras ceden protagonisno. Entonces, sin querer mirar el pene de él. Angie colocó su mano alrrededor de tiesa y engrosada polla, sus delgados dedos de casi niña, iniciaron un suave recorrido de arriba-abajo, el dedo índice se entretuvo en la cabeza del miembro y giro con suavidad tierna, luego incrustó sus dedos en el vello púbico, se quedaron quietos en el follaje, mientras decidió llevar la cabeza de Angie hasta su miembro. Ella cerró los ojos y fue con cus labios abiertos a probar a qué sabe un hombre, sintió que era penetrada de otra forma, se experimentó ajena de sí misma, dejó de pertenecerse, al mismo tiempo que la parte más delgada de aquel miembro entraba a su boca, se dejó subir y babar por las manos de Alex, pidió tiempo con sus manos cuando sintió que se ahogaba a momentos. Al cabo de unos minutos ella dejó su gula lujuriosa para querdarse cerca mirando cómo se masturbaba frente a su cara, no pasó mucho tiempo para que él expulsara a chorros intermitentes todo el contenido de su pene, Angie con sus ojos cerrados, sintió en su rostro la salpicada tibia de semen y esperó paciente que una parte del líquido bajara por su cara hasta saber que estaba cerca de sus labios, entonces emergió de su boca la punta de su lengua y probó semen. No hizo ningún gesto. Sólo probó. Abrió los ojos y pidió un beso en su boca. Su travieso viaje al mundo del sexo y el placer, había llegado a su final. Sin decir palabras Alex salió del cuarto, ella lo siguió. Y la en la sala le dijo: "Te quiero pedir otro favor, puedes tomarme una foto, así desnuda". Alex accedió a su pedido. Angie buscó una cámara y fue a posar desnuda en la mesa de comedor. Cuando sintió el flash, parece haber sentido un baño de luz como bautizo de iniciación. Alex se despidió diciéndole a Angie que le dijera a su mamá que se le habría presentado una emergencia y que, por tanto, no podía esperarla, le dió un beso en la mejilla y se fue.
De aquel domingo quedaría grabado en la mente de Angie y Alex unos momentos de esos que irían y vendrían en forma de recuerdos en el tiempo. También quedaría aquella fotografía en la que Angie posó desnuda, sentada, en aquella sala, satisfecha, feliz...teniendo enfrente, sobre la mesa, un florero copado de bellas flores y capullos, capullos que, como ella, se abrirían muy pronto y para siempre...