domingo, 30 de mayo de 2010

HAY HISTORIAS DE FANTASÍAS, DE LUJURIAS SIN FRENO.


Hay lugares que invitan al placer, a la locura.
Entonces, el momento oportuno aparece...

y las miradas se encuentran, la piel se estremece y el deseo carnal se hace presente


Hay lugares que invitan a la fantasía, a la lujuria, al sexo. A veces, es la cama, la casa solitaria, o quizás el salón de clases, la oficina de trabajo, el auto, otras veces es el ambiente de la naturaleza...la montaña, el bosque apacible, o la turbulencia del mar adentro...o la quietud de una playa desértica. Es, posiblemente, el intinto de hombres y mujeres que, hace miles de años, se apareaban en la plena naturaleza lo que mueve a esos deseos de entregarse en sitios abiertos, eso sí, conservando un tanto la privacidad para poder dar rienda suelta a todo lo que se pueda hacer con el cuerpo, con el deseo a flor de piel.

Sentirse libre, justo en el instante en que en esa playa, hay miradas buscando, miradas insinuantes, miradas atrevidas o tímidas, miradas "animales", miradas del sexo opuesto, a veces del mismo género...

Son los cuerpos expuestos, casi descubiertos a su desnudo más puro, sólo pequeñas telas coloridas cubren con algo de pudor, lo que quizás quisiera exponerse sin temor alguno. Pero con seguridad nos están viendo. Y ¿por qué no? tal vez nos están deseando a lo lejos. En esa situación de miradas ocultas y deseos, se encontró Oriana, la chica que protagoniza la historia de hoy.


ORIANA QUERÍA SER ÁNGEL Y DEMONIO...Y LO FUE

Hay mujeres que piensan que el sexo debe ser una consecuencia del amor, hay otras que creen que el sexo es un placer bien llevado, hay quienes saben lo qué es y lo reprimen. Y hay mujeres como Oriana. Sabe qué significa el sexo, conoce, aún cuando su experiencia no sea mucha, que el sexo es instinto y piel, sabe desconectarlo de sentimientos que, aunque nobles y nutritivos para el alma, pueden a veces estar ausentes en un encuentro íntimo. Oriana disfruta, se divierte. Puede ser una insaciable y hambrienta hembra o una inocente, sumisa y decente mujer dispuesta a la entrega. En algunas oportunidades achecha a un hombre cual si éste fuese una presa, lo captura de un zarpazo y lo devora o lo aturde y lo deja tendido, mirándolo con desdén. Oriana es una mujer joven, de cuerpo provocativo, una mujer de tez blanca, de cabello castaño claro, de mirada que irradia, al mismo tiempo, picardía e inocencia. Y ella lo sabe. El siguiente relato es un ejemplo de esa dualidad, ángel y demonio debajo de una misma piel. Ocurre en una playa, en el ocaso de una tarde, por demás lluviosa, y, por tanto, desértica. bueno, casi desértica.


Caminaba Oriana por la orilla de la playa, miraba cómo sus pies eran arropados por las olas, la leve llovizna confundía la tela de su blusa con su piel, remarcando así sus senos por completo. Llevaba un diminuto short jeans, y sobre su cabeza un coqueto sombrero playero. No parecía tener un pensamiento preciso, sólo paseaba. pero cuando levantó la mirada por unos instantes, todó cambió en su mente. A lo lejos había visto a un amigo de la infancia, un joven apuesto que estaba sentado en una roca. Un chico con el que ella en su pre adolescencia había tenido eso que todos nosotros conocemos como "juegos de niños". En fechas recientes sólo se saludaban con la cortesía propia de unos "conocidos". Pero Oriana, tal como la describimos al inicio, había visto una presa. Poco a poco fue aflorando su instinto animal y fue acechando lo que quería.
Se hizo la desententida, preferió hacerle ceer a aquel joven que ella no lo había visto. Calculó perfectamente la distancia y cuando supuso que el chico había quedado a sus espaldas, se sentó a orilla de playa, miró a los lados con la marcada intención de cerciorarse que estaba sola, por lo menos de hacerle creer eso al hombre que a la distancia la veía. Unos minutos después se paró, se desprendió la empapada blusa, y procedió a bajarse el short de forma acompasada. Sabiendo que la miraba alguien, bajó lentamente su pantalón por el lado derecho y luego un poquito más por el lado izquierdo, una y otra vez, poco a poco, sabiendo que mientras lo bajaba así, estaba erectando el miembro de aquel joven espía. Quería volverlo loco de una vez...entonces de un tirón y con todo y blumer, se lo deslizó hasta los tobillos. Quedó desnuda y con sombrero, con su espalda expuesta, con sus nalgas expuestas, fue lentamente caminando al encuentro del mar. Nunca, mientras estuvo el el agua, volteó hacia atrás. Se hizo pasar por la presa.

kuloAl cabo de unos minutos, se giró hacia la orilla, pero no levantó la mirada, miró siempre las olas al tiempo que salía del mar directo hacia donde había dejado su ropa. Al llegar, mirando siempre a la arena, vió que sobre su mojado short estaban los pies descalzos del joven, Oriana fue subiendo su vista, lentamente, para ir descubriendo al hombre, hasta ver que él sostenía en su mano su pequeño blumer, alzó su cabeza por completo y mostró un rubor intencional al verse desnuda frente a aquel amigo de su infancia. Entonces premeditadamente, comenzó a soltar el demonio que quería mostrar. Sin mediar palabras, miró la erección que el chico mostraba por encima de su bañador y, mostrándose hambrienta, ella misma se los bajó por completo, con una de sus manos apretó con firmeza el miembro, comenzo a deslizar su mano de arriba hacia abajo, suavemente primero, más rápido después. Se dejó abrazar fuertemente, pero ella retiró el pecho del hombre con su otra mano, como poniendo una pequeña distancia, como diciendo en pensamiento "yo soy tu dueña". Al cabo de unos minutos, mientras medía en la cara del hombre la expresión que el clímax estaba asumiendo, al calculando el punto máximo de excitación, soltó de su mano la inquieta presa que sostenía. Luego, con aires de soberbia femenina, pasó su dedo índice por el glande mojado del joven en cuestión y se llevó ese mismo dedo a su lengua para probar el sabor de la lujuria. Pero aún faltaba. Ahora quería ser sometida

Oriana dejó con ganas al joven y salió corriendo hacia la gran roca, la misma en la que momentos antes estaba sentado el chico. Éste no espero mucho, fue tras ella y logró alcanzarla. Oriana se mantuvo parada, pero dándole la espalda al hombre que ya la sujetaba por ambos brazos. Ella se inclinó hacia adelante sólo un poco, buscando que sus nalgas sintieran lo que venía en camino. Ella posó sus manos sobre la piedra y dejó que las inquietas manos del joven le acariciran hábilmente los senos, unos senos que lo tenían loco, logró sentir cómo los pezones se le ponían duros y encendidos. El chico llevó una de sus manos hacia los muslos de ella y entró por debajo buscando humedad, comenzó a rozarle el botoncito del clítoris. Oriana comenzó a gemir. Su cuerpo vibraba incontrolablemente, sus rodillas se doblaban y ya no estaba mojada de agua de mar, sino de sus jugos tibios.

Oriana se sintió penetrada por un dedo, el mismo dedo que saldría rápido de su orificio vaginal para ir a parar, mojado y resbaladizo, al orificio de su ano. Ella dejó escapar un grito, mezcla de dolor y placer, el orgasmo se estaba precipitando. Entonces justo cuando su esfínter daba rienda suelta a las contracciones, de un envión el hombre sacó el dedo de su ano y le fue con todo su miembro a la vagina envidiosa de placer también. Bastaron sólo unos pocos minutos para que Oriana, ahora esclava y sumisa, soltara un grito final. Había quedado vencida sobre la roca, boca abajo y vencida...dejando escapar de su vagina algo de semen de quien la acababa de poseer.


Oriana es una mujer vestida para la ocasión, diría más bien, desvestida para la ocasión. Un ángel de piel, un demonio de piel, una mujer que cuando se entrega devora cada poro ajeno que encuentra o se deja toda para ser devorada sin desperdicio alguno. La última vez que la ví, ella estaba sentada en la orilla de la playa, mirando el mar, mirando hacia los lados, como haciéndome creer que ignoraba mi presencia. Yo sentado a su espalda, sentado en una roca...









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domingo, 16 de mayo de 2010



En alguna parte de la mente se esconde la idea de ser sumisa, de ser esclava

Una idea que flota como fantasía,

una idea que quiere convertirse en realidad,


una idea con ganas de esacapar ...y a veces esa idea sale de su escondite

Ante la simple mención de "sadomasoquismo" la mayoría de las personas parecen sentir un rechazo extremo, ya que se la relaciona con actos perversos y en contra de las buenas normas, o incluso muy alejada de lo que es considerado "normal".

Sin embargo, también es cierto que la mayoría de las personas tiene fantasías sadomasoquistas, comenzando por el simple bondage, pasando por palmadas en las nalgas y terminando en lo más extremo: colgarse de aros en la espalda o penetrarse con objetos punzantes, todo eso (y mucho más), a mayor o menor escala se encuentra dentro del sadomasoquismo.

Una fantasía común en casi todas las mujeres es verse sometida, sin importar que tan liberal sea,hay algo en lo más profundo de nuestras mentes que les incita a querer ser dominadas. Lo mismo ocurre con los hombres, quienes regularmente fantasean con verse secuestrados y "abusados" por un grupo de amazonas hambrientas de sexo.

Es un intercambio de poder por consenso que se realiza en una pareja que no necesariamente debe involucrar brutalidad (como por ejemplo, castigo corporal) o crueldad (abuso verbal o emocional). Se basa fundamentalmente en la confianza y la comunicación entre dos personas. También se basa en una ética profunda de respecto mutuo en la que la exploración de las emociones provocadas por un intercambio de poder ocurre de una manera segura, sana y consensuada.


El sumiso cuenta normalmente con una palabra de seguridad para prevenir que el dominante pueda traspasar los límites físicos y emocionales. Esta palabra de seguridad es importante cuando se realizan actividades de humillación o "juegos mentales" porque los sumisos pueden o no darse cuenta del límite emocional hasta que lo cruzan. Si uno de estos límites es superado y el sumiso emplea la palabra de seguridad, el dominante cesará su actividad inmediatamente y charlará este punto con el sumiso en una manera suave y comprensiva



Todo aquello que puede ser...será. La sumisión puede estar presente en el más simple acto sexual, puede estar presente debajo del ropaje del romanticismo, en un simple beso, el el momento del encuentro en la cama. Sucede que mientras se hace el amor, uno debe conducir "el carro del placer", los dos no pueden manejar el mismo tiempo. En instantes, la mujer se deja hacer, es la sumisa, en otros, el hombre se deja, asume el rol de sumiso. En el caso que nos ocupa, la sumisión intensa y prolongada y en la que se mezclan juegos y elementos ajenos al cuerpo humano, es a veces una fantasía y a veces una realidad que debe fijar límites. Si es así, no hay nada que temer. Posiblemente Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, pueda dar mejores explicaciones del origen de tales situaciones. Nosotros sabemos que existe. Pero, cuidado, el sumiso puede tener el poder siendo sumiso.

Las historias son muchas, relatemos aquí un testimonio de lo que una mujer puede en un momento dado tener en su mente. Claudia Sanetti, de Córdoba, Argentina, 27 años, dice: "Será tonto, pero una de mis fantasías mas frecuentes, es que venga un hombre que conozca y me vuelva loca y me viole, donde sea, da igual, en un callejón oscuro en mi casa, hasta en una librería. Que me sorprenda por detrás que me ponga esposas o me ate, que me ponga su mano en mi boca para callarme y que me coja, que me haga daño, que me haga sufrir y que no pare nunca de acabar en mí, que me haga de él, como quiera y por donde quiera, realmente ser sumisa de su deseo y luego que me rapte y me ate a su cama para satisfacerse cuando quiera, al estilo de la película “átame” de Almodóvar, pero que me dé todos los gustos, que me tenga como una reina o como una esclava, pero sólo para él." Tal vez esa idea se quede en su mente nada más...tal vez algún día se cumpla la fantasía con algunos "acuerdos" establecidos con su pareja.

Pero, el caso que a continuación les presento, sí sucedió. Patricia, joven venezolana de 29 años, tenía una idea en la cabeza desde hace tiempo. Ser atrapada en su habitación, sin escape, desvestida con cierta rudeza, quería sentir que sus ropa íntima era quitada de un tirón, verse desnuda, indefensa. Así sucedió, un día que su pareja la fue a visitar a su casa, ella estaba sola, sabía lo que quería que le pasara. Paty, como le llamaban, había comprado un collar, de perro, había comprado unas esposas también en un sex shop.


Vestida con una franela corta y unos hot pants extremadamente cortos y muy sexys, se colocó el collar y puso las esposas en su cama. La escena estaba servida, su vagina iniciaba a soltar lentamente jugos de su interior, el clítoris asumía su típico palpitar. Faltaba únicamente que entrara su hombre.

Entonces se abrió la puerta del cuarto, su novio la vió, supo cuál era el rol que le tocaba. Patricia se echó al piso, se puso en cuatro patas, se acercó al chico y comenzó a lamerle los zapatos. Así mostraba que estaba lista para todo.
Augusto, el chico, dejó salir su inquieto miembro, tomó el collar que sujetaba a Paty del cuello y lo estiró para acercarlo hacía su pene, la boca de ella se abrió golosa y fue directo a tragarse todo lo que pudiera entrar en su garganta. El chico hundía la cabeza de ella para darle todos los centímetros de lujuria que pudiera. Una y otra vez, hacia adelante y hacia atrás. Sólo se escuchaba el sonido que producía tan bestial mamada. Suficiente ese inicio. Él la llevó a la cama, le colocó las esposas, la puso de espaldas y comenzó a darle nalgadas, le bajo violentamente el short, le abrió las nalgas lo más que pudo e introdujo su dedo mojado de saliva, entonces, ella soltó un grito, bajó el tono y convirtió el grito en gemidos de placer. Luego la tumbó en la cama, ella cayo boca abajo, esposada, con la ropa íntima aún a la altura de las rodillas, él se montó sobre ella, le tapó la boca en una mano, mientras con la otra le abria los glúteos para penetrarla por detrás. El ano de ella, humedo de saliva, se resistía, no cedía ante la presión de aquel miembro, ella se movía buscando negarse, pero ese mismo movimiento permitía poco a poco la penetración. Él supo que ya la tenía, y de un envión le fue con todo, ahora el sonido que se oía era el de las nalgas de ella golpeando los muslos de él en cada viaje que hacía el pene hasta el fondo de su recto. Tan violenta fue la entrada a al ano de ella, como rápida la salida. Pero aún el semen aguardaba su protagonismo.


El joven se quitó la ropa por completo, quedó desnudo para ella. La colocó boca arriba, mientras ella se mostraba desesperada, hambrienta de más sexo. Entonces Patricia abrió las piernas para ofrecer su vagina mojada. Pero él sólo se aproximó a la vulva y dejó sólo su respiración cerca de aquella piel, eso la excitaba más a ella. Pedía lengua y no le daban. Se moría de ganas. Al cabo de minutos de súplicas, recibió lo que pedía. Hubo un momento en que ella estaba por correrse y pidió que parara, pero él no hizo caso, aceleró su lengua y la hizo estallar. Después se montó sobre ella, la beso desenfrenadamente y le hundió de un viaje el pene en la vagina, sólo los testículos quedaron fuera de aquel orificio. Él no se aguanta el corro de semen que se precipitaba, salió de ella, buscó su cara, aprovecho que ella estaba esposada y que no podía esta vez evitar probar su semen, le tomó la cabeza y le metió su pene en la boca, ella se resistía, pero en el fondo de su mente, sabía que era ahora o nunca, cedió un poco, justo para que su chico, su dueño, su amo, le soltará todo su líquido dentro de la boca. No la dejó escapar de eso. Él se deslizó en silencio por el cuerpo de ella, la acarició con ternura, la volteó y le quitó las esposas. La liberó.

Al cabo de varios minutos, luego de estar mirando satisfechos el techo de la habitación, ella se sentó sobre la cama y terminó por fin de quitarse la ropa. Se limpió con la sábana el semen que aún quedaba en su cara y estampó un beso en la boca de su novio.

Entonces, la pareja inició otra escena de amor, esta vez suave, tierna, sexo sereno. Una paz inundó la habitación, pero en el piso habían testigos mudos de la batalla anterior: el collar de perro, las esposas, la ropa íntima mojada.

Si alguna vez te encuentras frente a la puerta de la sumisión sexual como una fantasía posible, no te detengas, entra, entrega el cuerpo al puro placer, deja sentir ese cuerpo cada toque, déjate estremecer con la lujuria que aflora, eso sí, debes saber cómo salir por la misma puerta.



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